Madres coraje: Historias de cinco mujeres, publicado en Yo Dona

La crisis ha duplicado el desempleo entre las mujeres en cinco años, según un informe de UGT. La cuarta parte de las mujeres europeas en paro son españolas. En nuestro país hay 2.670.200 paradas y cuatro de cada cinco no reciben una prestación contributiva. En 2012, uno de cada cinco hogares españoles estaba por debajo del umbral de la pobreza y la mayoría de los desahucios tienen como protagonistas a mujeres solas con hijos, a quienes su ex pareja deja de pagar la pensión al perder su trabajo.

“Las mujeres son la cara de la crisis, el colectivo más vulnerable, porque asumen solas sacar adelante a sus hijos. Estamos viendo que aumentan los casos de separaciones donde los hombres utilizan la estrategia de la insolvencia para no pagar pensiones. Tampoco se hacen cargo de la hipoteca y eso las deja en una situación muy vulnerable. Cuando ya no pueden pagar, pierden la casa. Atendemos a mujeres que están en una situación crítica y muy solas”. Es el día a día de Ernolando Parra, coordinador del grupo de Psicólogos sin Fronteras que trabaja en Madrid en colaboración con la PAH (Plataforma de Afectados por las Hipotecas) desde enero de 2012.

El último Informe de Vulnerabilidad de Cruz Roja también confirma que el 66,1% de las personas con una situación de riesgo de exclusión son mujeres, con una edad media de 59 años y españolas (58%). Un 36% tienen un hijo a cargo, mientras un 30% tienen dos y casi un 24%, tres o más. Una de cada 3 personas atendidas carece de ingresos y un 21,3% percibe menos de 500 euros mensuales.

40 voluntarios forman parte del grupo de Psicólogos sin Fronteras  que se está extendiendo a distintas ciudades de España (www.psicólogosinfronteras.net teléfono: 91 233 58 51). Ernolando Parra, el coordinador del programa de Psicología en Tiempos de Crisis, afirma que “han llegado a esta situación de calamidad tras perder su empleo. Antes les preocupaban las vacaciones y ahora no tienen para comer o para pagar la calefacción. Por eso pierden su casa. Sufre esta situación la clase media vulnerable que depende de un sueldo”.

Explica que los más débiles son “gente normal, que llevaba una vida acomodada. Vemos mujeres desahuciadas con casas muy bonitas, cuyos hijos iban a colegios concertados y se han quedado sin casa y sin colegio. Pensaban que tenían su vida asegurada y se hunden, no saben dónde ni cómo pedir ayuda. Nos encontramos caras angustiadas y rasgos de desesperanza: un perfil que asusta. Lo peor es que esto no ha parado, porque la pobreza va en aumento. Estamos ante una verdadera crisis social, con muchos niños españoles que se quedan en la calle”.

La desesperación es el pan de cada día de cinco mujeres que ponen cara a este drama. Son madres coraje que luchan contra viento y marea para cubrir necesidades básicas, como el sustento de sus hijos o el pago de la hipoteca. Separadas, divorciadas o viudas, sin  apoyo económico que provenga de una pareja. No encuentran trabajo y les embarga el miedo al futuro: se preguntan constantemente cómo salir del pozo. Todas las puertas se cierran y ninguna se abre. Así nos los cuentan.

Maria Nieves Bayo, 48 años, Juez sustituta y doctora en Derecho. Divorciada con dos hijas: Mantiene a su hija menor, estudiante de Arquitectura,  y a su nieta, discapacitada. Lleva dos años en el paro y le quedan ocho meses de prestación por desempleo, 900 euros al mes que destina en su totalidad a pagar la  hipoteca. Ésta es su realidad cotidiana: “Los jueces sustitutos llevamos tiempo sufriendo los recortes, pero con las últimas decisiones del ministro Alberto Ruiz Gallardón, nos hemos quedado sin trabajo”, explica.

Fue magistrada durante tres años en un juzgado de Violencia de Género en Madrid. Después llegó la crisis: “Me quedé sin el  juzgado y con muchos gastos fijos, que adquirí en la época en que tenía ingresos altos y estables. No era predecible la situación que estamos viviendo ahora. Desde que empezaron los recortes, a algunos nos han dejado prácticamente sin nada. Yo llevo así dos años. He tenido que pedir créditos para seguir adelante”.

Durante la sesión fotográfica en el Colegio de Abogados, es casi imposible lograr que Nieves Bayo esboce una sonrisa. Nos encontramos con una mujer amable, pero con un grado de angustia enorme, a flor de piel. Ha decidido contar su historia a Yo Dona, porque considera que “es justo que se conozca la verdad: lo que nos está haciendo este ministro”.

 

 

 

Este año sigue nombrada como juez sustituta, pero sin trabajo, y le aplican las mismas incompatibilidades que a un titular, por lo que solamente puede ejercer como docente o investigadora. “Cuando estaba en el juzgado, no tenía tiempo para la docencia y dejé las clases. Ahora que lo necesito, ya no encuentro oportunidades en ninguna universidad. De la noche a la mañana te ves sin nada. Mi situación es desesperante”.

La figura del juez sustituto nació hace 25 años y se calcula que representan el 20% de los jueces en activo. El 28 de diciembre de 2012, el Ministerio de Justicia eliminó esta figura. “No hay forma humana de conseguir trabajo. Cuando has luchado tanto en la vida y te encuentras sin nada, es lamentable. Llevo dos años en los que trabajo muy ocasionalmente: 3 días al mes, 7 días, incluso ninguno, y, raras veces, el mes entero”.

Esta situación deja a muchos jueces en la miseria. Nieves Bayo afirma que “han prescindido de nosotros, sin ninguna indemnización por el tiempo trabajado. Somos víctimas del sistema. Se ha dado la paradoja de que hemos tenido que condenar a empresarios porque se infringían los derechos de los trabajadores, cuando nadie protegía los nuestros. En otros países, la oposición no es la única forma de acceso a la carrera judicial y ahí están jueces con todos sus derechos reconocidos”.

Doctora en Derecho Civil y ex profesora universitaria, Nieves Bayo se encuentra al borde del precipicio y no sabe qué va a hacer cuando se acabe el subsidio por desempleo: “No paro de formarme y de dar mil vueltas a la cabeza preguntándome a quién puedo acudir. Muchos amigos y personas conocidas me dicen que lo que me está pasando, con mi preparación, experiencia y trayectoria, no tiene perdón de Dios. Por desgracia, es la situación que tengo”.

Isabel Crespo González, 52 años. Directiva en paro, separada y tres hijos de 15, 17 y 19 años. Su último trabajo fue como coordinadora de proyectos de la Fundación Científica de la Asociación Española contra el Cáncer. Entre 2009 y 2011era directora gerente de la Fundación MD Anderson Internacional España, puesto que perdió por una reestructuración en la empresa a causa de la crisis. Antes ha ocupado cargos directivos en  distintas empresas y fundaciones.

Ahora lleva tres meses en paro y está buscando trabajo en Estados Unidos, Alemania, Canadá, Inglaterra, Suiza o Emiratos Árabes, decidida a vivir en cualquier país del mundo, para mantener a su familia. “Mis hijos entienden que tenga que irme fuera de España. De hecho, la mayor ha conseguido una beca para estudiar en Estados Unidos y también se va. Trabaja los fines de semana y ahorra para sobrevivir en América sin mi ayuda, ya que no sabemos qué va a pasar”.

Licenciada en Bioquímica y Biología Molecular, Isabel Crespo acumula varios máster y su experiencia profesional se centra en la gestión sanitaria, donde cree que ahora mismo no existen oportunidades de trabajo. Sus gastos fijos son importantes: “Tengo una hipoteca y aún pago los gastos de colegio del más pequeño de mis hijos. No tengo intención de tirar la toalla y espero que las cosas mejoren. Con la indemnización y el paro puedo aguantar, pero la situación no es fácil”.

Se define como una mujer optimista, pero no puede evitar que algunos días la embargue el desánimo.  “Tengo días en que no veo las cosas tan claras. Sé que la clave es adaptarme. Mi último trabajo estaba por debajo de mi formación y mis posibilidades, pero hay que saber tomar decisiones acertadas y sobre todo aceptarlas con buen ánimo”.

La paradoja es que Isabel se siente en el mejor momento profesional: “Por mi formación, mi experiencia y mi energía, es el momento en que más puedo aportar a una empresa. Confío en que mi curriculum me ayude, porque en mi sector no hay mucha gente con una formación mixta de ciencias y gestión económica, pero ahora mismo todo es difícil. Si mañana consigo trabajo en Dubai, me voy”.

Opina que no veremos el punto final de la crisis antes de dos años. “De aquí saldremos, pero esta crisis le está destrozado la vida a mucha gente. Yo aún no he perdido mi vivienda y espero que no ocurra. Me considero una privilegiada, porque hay muchas mujeres españolas que no tienen las mismas armas y formación para salir adelante. Seguimos en  una situación de desigualdad. Por suerte, por ahora, yo no he tenido que tomar ninguna decisión drástica”.

Antes de despedirse, nos deja una reflexión: “Comprendo que apoyen a los jóvenes, pero no entiendo que no apliquen políticas que favorezcan el empleo para los mayores de 45. La situación actual en España es que los padres se quedan sin trabajo y los hijos tampoco lo encuentran. Todo se sostiene por una red familiar muy fuerte y también por el coraje y la lucha de las mujeres. Nos las arreglamos como sea para sacar adelante a nuestros hijos. Unimos  formación, experiencia y carácter, factores que hacen que las mujeres españolas estemos jugando un papel clave en esta crisis”

Precisamente así se siente también otra de las mujeres coraje de este reportaje. Marisa Hag, 29 años, madre de 5 hijos, de entre 3 y 10 años.

Hace dos años cambió su vida: se quedó sin trabajo, su marido también y él acabó marchándose de la casa. Hasta entonces, Marisa era encargada de limpieza en los quirófanos del hospital Ramón y Cajal de Madrid. Denunció despido improcedente y con la indemnización de 1.200 euros pagó la deuda contraída con la Empresa Municipal de la Vivienda.

Sobrevive con la ayuda de Cruz Roja y comedores sociales. No encuentra trabajo.“Mi situación es desesperada. Mi hijo mayor tiene 12 años y tengo informes de los médicos donde consta que sufre ataques de ansiedad desde que cogió la carta de la EMV en la que nos anunciaban el desahucio”. Vive desde hace tres años en una casa de protección oficial en el barrio de Vallecas por la que debe pagar 712,82 euros al mes.

Agotó el paro y ahora cobra 398 euros al mes de renta mínima y paga 142 euros del comedor escolar de sus hijos. Ha pedido ayuda a los servicios sociales del Ayuntamiento: “Me dicen que están desbordados y que ya no hay más ayudas posibles. La asistente social sólo me ofrece una solución: que me vaya al Samur social y, después de tres días, la Comunidad de Madrid se hace cargo de mis hijos. Pero yo no quiero perder a mis hijos, no puedo vivir sin ellos”.

Su pelea diaria es la subsistencia: “Mis hijos necesitan ropa, zapatillas…la pequeña ha estado malita y no he tenido para comprar un medicamento. A veces pienso que si yo desapareciese de este mundo, mis hijos no sufrirían tanto. No sé por dónde tirar. Estoy totalmente desesperada. Pero también sé que, sin mis hijos, yo me muero”.

Cruz Roja la ayuda con alimentos: “Me dan pasta, galletas, leche…Mis hijos en casa no comen fruta, ni carne ni pescado. La cena es un vaso de leche con galletas. Si se ponen malos, les llevo al colegio porque en casa se quedan sin comer. Yo puedo aguantar lo que haga falta, pero mis hijos no.  No puedo dejar a la pequeña sin un biberón. Siempre he trabajado, pero ahora no encuentro nada. Me veo en la calle con mis hijos. Muchos días me desespero y pienso que soy una mala madre. No quiero que mis hijos paguen por una situación de la que no tienen ninguna culpa”, cuenta ahogada en lágrimas.

Su situación es muy grave y los niños tienen miedo de separarse de su madre. “No sé cómo explicarles a mis hijos que no hay para comer. No tengo ningún sitio a dónde ir ni familia a la que acudir. Si me quitan a mis hijos, no tengo ninguna razón para luchar en esta vida”, dice Marisa Hag. Ya ha recibido notificación para el desahucio: será el día 4 de julio.

Marisa tiene otra preocupación: Cuando les den a sus hijos las vacaciones de verano, a finales de junio, se tiene que encargar de que coman hasta el mes de septiembre.

También ha recibido ayuda de Cruz Roja para subsistir Verónica Giraldez, con 32 años y dos hijos. “Hace un par de años llevaba una vida normal: Tenía dos hijos, una casa y mi pareja, con trabajo fijo. El día 11 de septiembre de 2011 falleció: se le paró el corazón y me quedé con un niño de 11 años y la niña de 4. Teníamos el pensamiento de casarnos, pero no nos dio tiempo. Él tenía 33 años y yo 30, nunca se nos ocurrió pensar en una muerte fulminante. No he podido demostrar que éramos pareja de hecho y no tengo pensión de viudedad”.

Se quedó sola y sin ingresos. “Yo no tenía trabajo y el alquiler de la casa, de 720 euros, estaba adaptado a la nómina de mi pareja. Acumulé deuda y entregué las llaves en el juzgado el día que me iban a notificar el desahucio. Me fui a otro piso más barato, gracias a Cáritas, que me prestó 1.100 euros”.

Tras el fallecimiento, su situación económica se volvió muy precaria. “Durante meses sólo he cobrado 240 euros de la pensión de orfandad de mi hija pequeña”. Su padre le ayuda todo lo que puede. “Él cobra un subsidio de 426 euros y vive con mi abuela y con mi hermano, que tiene 27 años, y tampoco encuentra nada, porque era peón de la construcción. Mi padre me paga los 50 euros del comedor del colegio, para asegurar que la alimentación de mis hijos no falla”.

En el mes de mayo, Verónica decidió irse a vivir con su madre a Badajoz. Entonces las madres del colegio de sus hijos se movilizaron y consiguieron encontrarle un trabajo como operaria en una cadena de producción. “Cobraba 800 euros al mes y me daba  para comer, pero arrastro la deuda del alquiler de la casa. A finales de junio me quedo sin casa, porque no puedo pagar lo que debo. Tendré que llevar a mis hijos a Badajoz, porque allí al menos pueden vivir en una casa en condiciones dignas. En casa de mi padre no cabemos. Llega un momento en que psicológicamente estoy muy afectada, por no poder mantener a mis hijos”.

Precisamente estaba haciendo cajas para trasladar los enseres de sus hijos a Badajoz, cuando sufrió una crisis de ansiedad y la tuvieron que llevar a urgencias del hospital. Ha perdido el trabajo y su situación ha empeorado: sin ingresos, sin casa en junio y con tratamiento médico para poder afrontar el día a día.

En su casa nunca se comen dos platos: jamás hay segundo o postre. “Yo como lo que dejan mis hijos, pero no me importa. Me engorda que mis hijos estén bien”. Verónica está muy delgada y hace constantes esfuerzos para ocultar su angustia con una sonrisa: “Intento siempre coger lo bueno de los demás, no quiero dar a nadie lo malo de mi vida. Muchas familias lo están pasando mal, no solo yo”.

Su día a día es dramático, pero no se siente una excepción: “Esto le puede pasar a cualquiera hoy en día. Hace dos años yo vivía bien y, desde la muerte de mi marido, todo fueron problemas. Cuando llegué a Cruz Roja estaba muy mal. Cualquier ayuda que te suba la moral es muy importante”.

El papel de organizaciones como Cruz Roja es vital en la supervivivencia de  muchas familias. Su Informe sobre la Vulnerabilidad Social 2011-2012, refleja que atendieron a más de 2.000.000 de personas, el  71% en desempleo, el 33% sin ningún tipo de ingreso y el 70% de las familias no puede alimentar correctamente a sus hijos. «No detectamos desnutrición, sino una alimentación insuficiente o deficiente debido a la falta de proteínas», explica el coordinador general de la organización, Antoni Bruel.

Las cinco mujeres que participan en este reportaje han querido dar visibilidad a su angustia con la esperanza de que este esfuerzo, uno más, les pueda ayudar a encontrar un trabajo que les permita sacar adelante a sus hijos.

Así lo hizo también Isabel García, 50 años, periodista, madre soltera con una hija de 11 años. Perdió su empleo en el ERE de Telemadrid: “Quedarme sin empleo ha sido un mazazo en la línea de flotación de mi vida. Trabajé 22 años en Telemadrid y otros 6 en la Cadena Ser: Desde los 23 años en medios de comunicación y no sabía lo que era el paro. Siempre pensé que al ser madre soltera, con una niña pequeña y una hipoteca, no podía renunciar a un puesto fijo. Por eso no quise seguir en otras iniciativas empresariales del ámbito de la comunicaciónMi error fue pensar que nunca podría perder mi trabajo en Telemadrid. Jamás pensé que eso podía ocurrir, después de aprobar una oposición pública a la que se presentaron miles de personas”.

Su primera reacción tras el despido fue la rabia. “Primero te preguntas por qué te ha pasado esto a ti. Y después haces números y te das cuenta de que, pagando hipoteca, quedan 500 euros para vivir. La indemnización puede durar un tiempo, pero no eternamente. Tengo los gastos que tiene cualquier familia, con un solo sueldo”.

Decidió ser madre soltera, cuando el reloj biológico apretaba, y su hija ha cumplido ya 11 años. «La niña ya es mayor para entender lo que es un despido. Como lo veíamos venir, ella comprendió a la primera lo que estaba pasando. Intento que no se sienta agobiada, pero a veces la agobiada soy yo, y eso se nota en casa. La peque me ayuda a no desesperar».

Cuando nos encontramos para realizar este reportaje, su futuro era una interrogación con mayúscula: “Me he quedado sin trabajo, pero he cobrado una indemnización y tengo dos años de paro, por eso me siento una privilegiada, comparada con personas que lo están pasando realmente mal. Pero también sé que para mí sería un milagro firmar un contrato para una redacción de prensa, radio o televisión. La única solución que veo es reinventarme, crear nuevas necesidades para las empresas y ser autónoma. Internet es el presente y el futuro, pero el todo gratis de la red debe cambiar”.

En su cabeza daba vueltas todos los días la pesadilla del despido. “Querían cambiar el modelo de televisión y eso pasaba por echar a mucha gente que había superado una oposición pública, como es mi caso, o a contratados que llevaban más de diez años en la empresa”.

Fue jefe de Política, directora de dos programas (30 Minutos y Siete días) y ha vivido en primera persona como periodista los acontecimientos más relevantes de los últimos años. Su vida, tras el despido, estaba planteada como volver a empezar y, sobre todo, apretarse el cinturón. Renunciar a gimnasios, clases particulares e incluso, vacaciones. Aceptó participar en este reportaje para ponerle “cara” a todos los periodistas que se están quedando en la cuneta profesional.

Por suerte, la publicación del reportaje coincidió con un giro profesional: ahora Isabel es corresponsal de Canal Sur en Madrid y también participa como tertuliana en el Foro de la Cadena Ser, la empresa en la que empezó. Ahora siente que, por alguna razón, se obró el milagro. Se sigue sintiendo una luchadora. Una verdadera saltadora de obstáculos. Pero ahora sonríe.

El objetivo de este reportaje era conseguir dar visibilidad a la situación de estas mujeres y lograr que su vida diera un giro en positivo. Con Isabel ha ocurrido. Esperamos contar muy pronto que, a la vida de las demás, también han llegado buenas noticias.

Por: Silvia Castillo Fotos: Marta Soul (www.martasoul.com)

2 comentarios en “Madres coraje: Historias de cinco mujeres, publicado en Yo Dona

  1. ¿Cuál es la situación que más le conviene a su hijo? Es una pregunta difícil y sobre la que muchas parejas tienen grandes desacuerdos. Aunque algunos niños se adaptan muy bien a la situación de compartir el tiempo equitativamente con ambos padres, otros parecen necesitar la estabilidad de tener un «hogar» propio y recibir visitas del padre con quien no viven. Algunos padres deciden permanecer los dos en la misma casa, pero esto solo funciona en circunstancias muy excepcionales y, por lo general, debería evitarse.

  2. México, DF. “Para mí ser madre es algo muy significativo y bonito. Yo trabajo para sacar adelante a mis hijos y darles lo que pueda”, señala Vanesa, trabajadora sexual de la Merced de 28 años de edad. Anahí, otra trabajadora, pero ella de 22 años, dice que para ella ser madre es una responsabilidad muy grande que le exige cuidado y amor y menciona que el trabajo en las calles le quita mucho tiempo para estar con sus hijos, a los que quisiera disfrutar más.

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